viernes, 1 de mayo de 2009

Quiero conocer un vampiro

El humano es un ser abominable, la peor de las especies que puede existir en el planeta. Una buena amiga me dijo una vez que nosotros (los humanos) somos creación de la Naturaleza, y que como la Naturaleza es perfecta y nunca se equivoca, somos necesarios para el equilibrio del reino natural. Bien, me pareció bastante razonable este argumento; sin embargo, me niego a aceptar la Naturaleza haya podido crear a una especie tan despreciable como la nuestra, a menos que haya sido por error.

Es simple… todas las especies que viven en el mundo, salvo la humana, viven en perfecta armonía. Se complementan las unas a las otras, se necesitan las unas a las otras, juntas forman un reino en el que no falta ni sobra, no se destruye, sino se retroalimenta; especies mueren para dar vida a otra clase de vida. En cambio, interviene la mano humana en ese reino y todo lo arruina: hace que falte o que sobre, las demás especies le estorban, hacen que mueran vidas para evitar más vidas. ¿A eso le podemos llamar equilibrio? En definitiva, no… ¿Cuántas especies de animales se han extinto a mano del humano?

En el mundo de los animales todo es a base de instintos, muchos de ellos desagradables a los ojos humanos. Pero todo tiene una razón de ser; algunos machos matan a sus crías para evitar que un futuro macho los despoje de su territorio, otras especies matan integrantes de comunidades vecinas de la misma especie, para evitar que su número sobrepase el suyo, las especies carnívoras matan a otras especies más pequeñas para abastecerse de alimento, entre muchos otros ejemplos. Pero todo es instintivo, así de simple es la vida animal. Por eso precisamente es que el humano siempre se ha sentido superior: la vida humana no es totalmente a base de instintos, sino también a nuestra capacidad, muy superior, de razonamiento intelectual.

Más a favor mío, por eso es que la humanidad es tan despreciable. Lejos de que nuestra capacidad psicológica e intelectual nos ayude ser mejores seres, a ayudar a otras especies y a formar una mejor vida, lo único que ha logrado es que destruyamos lo que nos rodea, sea naturaleza, animales o gente, para conseguir un fin egoísta, como la riqueza y el poder. Sólo cuando la situación es demasiado lamentable y alguna mente “brillante” y pudiente se le remueve la conciencia, el humano decide salir al rescate de aquello que estuvo a punto de exterminar; ahí tenemos las reservas ecológicas. Y es que la naturaleza no puede en contra de nosotros... y con razón, en muchos aspectos, nosotros somos más fuertes.

Gran parte de la naturaleza del humano, o de la mayoría de los humanos, es maligna; siente placer aplastando al más débil, ya sea de la vida vegetal, animal o humana. Esto se delata en los detalles más simples desde la infancia: los niños cuando arrancan las hojas de los árboles sin el menor cuidado, cuando se dedican a aplastar chapulines o caracoles en temporada de lluvia, cuando lanzan piedras a lagartijas o pajaritos que ven a su paso, cuando hacen burla del niño más tímido o indefenso de la escuela; lo hacen porque pueden matar, destruir o minimizar, y además, les gusta hacerlo. Yéndonos a casos más extremos, tenemos ahí a los violadores, pederastas y torturadores. El razonamiento no nos sirve de nada en este aspecto, ni siquiera el instinto cabe en este tipo de acciones… esto simplemente es enfermizo, es un defecto, un error “de fábrica”, no tiene justificación alguna. ¿De que nos sirve nuestra inteligencia superior frente este tipo de acciones? El animal mata y destruye por instinto (y aún así, cumple un propósito en la naturaleza), no tiene la inteligencia ni el razonamiento suficiente para ir en contra de él. Pero el humano, esa criatura aberrante que se vanagloria por su gran cerebro y mayor número de neuronas… ¿no se supone que sí puede hacerlo?

Ahora, digamos que ese placer maligno por hacer sufrir al más débil es instintivo… Algo que destruye nada mas por destruir, termina exterminando absolutamente todo sin dar cabida a la recuperación… eso va totalmente fuera de las leyes naturales. Conclusión, reitero: somos un error de la naturaleza.

El problema, lamentablemente, y esto apoya mi teoría de que fuimos creados por error, es que no tenemos un depredador que controle nuestro índice de natalidad. La prueba ahí esta… somos tantos, que nos hemos convertido en una verdadera peste. Somos el cáncer del planeta.

Odio al humano, pero es una especie inteligente y poderosa. Siendo humana y perteneciendo al mundo humano regido bajo las leyes humanas, la mejor manera de exterminar esta especie es haciendo que se destruya a sí misma. Y la única forma de lograrlo es identificando sus fuerzas y sus debilidades. Por ello es que me gusta estudiar al humano, me gusta observarlo, conocerlo, predecirlo; me gusta explorar su mente, sus miedos, sus gustos, sus deseos, sus pensamientos… no por que lo admire, sino porque de esa forma puedo conocerlo lo suficiente para poder protegerme de él, poder manipularlo e incluso, destruirlo. ¿Sádico? Puede ser. Pero ser humana y observar al humano no es demasiado objetivo, ya que las emociones y aflicciones humanas siempre estarán ahí nublando de una u otra manera mi visión. Una ventaja perfecta sería tener otro punto de vista inteligente… y no humano. Y si fuera del depredador, sería aún mejor.

He meditado ampliamente la posibilidad de la existencia de un depredador para el humano. Este debe poseer una inteligencia y habilidades superiores a las humanas e incluso, dadas las complejidades psicológicas de nuestra especie, lo ideal sería que infundara terror. No tuve otra salida más que remitirme a las viejas leyendas acerca de seres que aterrorizaban a los humanos, hace ya siglos atrás, para darme una idea de cómo debía ser este depredador perfecto. Mi favorito fue el vampiro.

La evidencia dice que en muchas culturas antiguas se narraba acerca de la existencia estos seres bebedores de sangre. El pasar del tiempo y la contribución ficticia han colaborado en la creación de las leyendas acerca de este ser, y en la actualidad es difícil discernir cuáles características pudieran ser verdaderas y cuáles falsas. Sin embargo, eso no deja de hacer parecer al vampiro un ser extraordinario.

El vampiro posee las características ideales para ser el depredador del humano. La primera de todas (y que por cierto, es la obvia), es su principal fuente de alimentación: el humano o, lo que viene a ser lo mismo, la sangre humana. Además, estos seres son nocturnos y cazan al amparo de la oscuridad, ese elemento esencial que es el que más temor causa al humano. También cuentan con una tremenda agilidad y rapidez que supera a la de cualquier otro ser vivo, y esta herramienta es de suma importancia para el humano actual, que suele protegerse gracias a la tecnología usando automóvil u otros mecanismos de seguridad y transporte. Uniendo estas tres esenciales características, nos resulta un fenomenal depredador: un ser que ataca en el momento más vulnerable del humano.

Lo mejor de todo, en cualquier caso, y esto lo haría aún más formidable, es que un vampiro debe vivir en el mundo humano y hacerse pasar de ser necesario, por un humano. Esto le permitiría pasar desapercibido entre sus presas, engatuzarlas, arrastrarlas y jugar con ellas antes de saciar su sed, tal como lo hace un gatito con el ratón que será su cena. Sin embargo, pese a que un vampiro obviamente es una especie distinta a la humana, esta actitud nos sugiere una inteligencia semejante o superior a la de los humanos. ¿Su psique estaría a la misma altura?

Sería interesante descubrir cómo es la mente de un vampiro, saber qué piensa, qué siente, qué filosofía de vida mantiene… pero sobre todo, saber cómo ve a los humanos. ¿Seremos para él tan insignificantes como para nosotros lo es un cerdo? ¿Seremos tan fascinantes para él como para nosotros lo sería un vampiro? ¿Seremos tan indiferentes para él como para nosotros lo es un insecto?

Confiando en que la mentalidad de un vampiro sea algo más sabia que la humana, analizar su punto de vista podría implicar una revolución completa de mis pensamientos… ser observada desde afuera, por una naturaleza totalmente ajena a la mía y que además es mi cazador, suena demasiado tentador. ¿Qué pensaría de mí un vampiro que leyera esto? ¿Resultaría yo una cena atractiva… o problemática… o insignificante?

¿Qué hay de las demás cenas que siguieran en su lista? ¿Qué pensaría de ellas? Si pudiese encontrar un vampiro con un amplio sentido filosófico, o que por lo menos se tomara la amable molestia de responder a mis preguntas, quizá pudiera criticar mi especie con mejores argumentos que los míos, al fin y al cabo ¿No se supone que los humanos somos criaturas inteligentes?

Aún creo en la magia, en los espíritus, en la mente, los extraterrestres y en los fantasmas... la vida me ha otorgado evidencia de su existencia. ¿Y los vampiros? Esto aún esta fuera de mis parámetro, pero ¿Porqué no?

¿Existirán los vampiros? Yo no lo sé… pero si existieran, me encantaría conocer alguno. Harían de mi experiencia y de mis conocimientos algo verdaderamente enriquecedor.

En verdad, quiero conocer un vampiro.





Vampiros interesados escribirme a: kiero.conocer.un.vampiro@gmail.com Se les agradecerá su atención.